La mayoría de nosotros consideramos la ambición como algo negativo, solemos utilizarlo de manera peyorativa porque nos viene a la mente la típica persona con una filosofía muy clara: “el fin justifica los medios”. Socialmente sabemos que destacar no está bien visto, como tampoco el inconformismo y mucho menos la ambición, pero si queremos mejorar cualquier aspecto de nuestra vida, la ambición es un motor necesario.
Tenemos completamente estigmatizados los conceptos de ambición y más si lo asociamos a empresario y empleado. Un empresario con ambición solo piensa en ganar dinero, un empleado con ambición es un trepa, en cambio un emprendedor con ambición es un creativo luchador. Como normal general, cuando hablamos de los empresarios, asociamos su ambición a la avaricia y a la falta de escrúpulos, de igual forma que cuando tenemos un compañero inconformista y ambicioso, no dudamos que sea un auténtico trepa.
Vamos a ponernos a pensar en un empresario, un emprendedor y un empleado sin ambición. ¿Cuál de los tres sería capaz de "sobrevivir" en el mercado laboral?
Empresario sin ambición
Si partimos de la base que quedarse en la "famosa" zona de confort es carecer de la ambición necesaria para mantenerse en este mercado competitivo y en constante transformación. Una empresa que no busca la mejora continua está abocada al fracaso, por tanto la ambición debe formar parte de la personalidad del empresario.
Emprendedor sin ambición
No tiene ningún sentido ser emprendedor sin ambición, es básico en las personas emprendedoras su predisposición a buscar nuevos retos y luchar por cumplirlos.
Empleado sin ambición
Puede "sobrevivir" en tan solo una situación: Si el empleado está contento desempeñando su trabajo y el puesto no requiere nada más que se realice correctamente, sin aspiración de nuevos retos. Este tema es muy importante a la hora de seleccionar y gestionar el talento.
No hay ninguna duda que si queremos mejorar o evolucionar profesionalmente, la ambición es imprescindible e incluso en algunas profesiones puede marcar la diferencia.
En tecnología, los mejores profesionales que he conocido tienen ese "puntillo" ambicioso que les empuja a:
- Buscar soluciones creativas
- Ayudar a los demás a que logren sus metas
- Percibir los obstáculos como retos que hay que alcanzar
- Conseguir sus propósitos y sus sueños como parte de su crecimiento personal
- Ser autocríticos y humildes, gracias a su interés en mejorar y evolucionar
- No sentir la necesidad de estar continuamente probando que son capaces de alcanzar todo lo que se propongan
- Valorar y sentirse satisfechos con los logros obtenidos
- Centrarse en mejorar cada día sin estar pendientes de controlar y “fulminar” a posibles competidores
- Estar siempre preparados, listos y actualizados
- Dedicar parte de su tiempo a aprender.
Conseguir lo que ahora mismo no somos, no hacemos o no tenemos forma parte de la ambición humana y no es ningún problema.
La ambición es el término medio entre la codicia y la avaricia.
No queremos ser -y mucho menos- tener a nuestro lado personas tóxicas., pero está demostrado que si queremos cambiar cosas que no nos gustan de nuestra vida, necesitamos una ambición bien encauzada para impulsarnos a hacer las cosas mejor, a no rendirnos, a ser perseverantes y a no “tirar la toalla” ante cualquier obstáculo que se nos presente. Nos permite ser capaces de disfrutar del proceso y genera gran satisfacción cuando nuestros éxitos son alcanzados, gracias a nuestro esfuerzo, motivación y actitud.
Como en casi todo en nuestra vida, es en el término medio donde está la virtud. La ambición en su justa medida está satisfecha de lo que tiene y no le obsesiona lo que no tiene.